miércoles, 7 de agosto de 2013

Un dia no como otro cualquiera


A las tres de la tarde en punto de cada sábado la señora Julia siempre regaba las plantas de sus macetas coincidiendo con las campanadas del reloj de pared y las canciones de Imperio Argentina, que la señora Mati-su amiga y vecina del piso de arriba desde hacía cincuenta años- escuchaba a esa hora en "Viejas emisiones" de la radio.
Ese día algo perturbaba el ánimo de la señora Julia, normalmente tan serena. Echó azúcar en lugar de sal en las lentejas, se le quemó la leche, y rompió un botijo con tal estrépito que por poco no consiguió que el señor Abelardo levantara la vista del periódico.

El señor Abelardo, marido de la señora Julia, era enjuto todo él, de aspecto, palabras y hechos. Era un hombre rutinario, amante del silencio, al que mostraba su respeto no osando molestarlo. Le gustaban las cosas comprobables y previsibles- por ello toleraba lo que a otros podía incomodar-tales como el sonido del segundero del reloj o el rítmico goteo de un grifo.
Sólo dos cosas había en el mundo capaces de alterar al señor Abelardo hasta llevarlo a un estado moderado de irritación: el zumbido de un mosquito y la vista de unos zapatos sucios.

A las tres y cinco la señora Julia había terminado de regar el ficus y los geranios al tiempo que la argentina era relevada por Conchita Piquer con su " y sin embargo te quiero". Dejó la jarra a un lado y se dispuso a disfrutar de la tranquilidad de la salita que olía a cientos de guisos y a anises, betún y laurel. Sentada en su butacón contemplaba plácidamente las fotografías enmarcadas repartidas por el salón; familiares perdidos en el tiempo, fallecidos o distantes como su hija, Encarnita, que desde hacía varios años vivía con su marido en el Brasil.

Un maullido feroz de "Clarkgable" la sacó de sus ensoñaciones nostálgicas. El minino se peleaba con un enemigo fantasma, sin duda intentando merendarse alguno de los ratones cuyos irritantes rasguños se escuchaban provenientes de la pared cercana a la cocina. En seguida el gato se calmó y la paz de la casa sólo se vio alterada de nuevo por el apacible tintineo del péndulo del reloj; tic, tic, tac, tic, tic, tac.
Abelardo estaba en su sitio, sentado en su sillón, tan inerte como el mueble que lo sostenía.

Al observarlo, de nuevo regresaron las palabras que durante horas habían protagonizado sus pensamientos: "¡Ay!, si Abelardo de repente te faltase cuánto lo echarías de menos". Esa misma mañana, Mati -viuda reciente- había pronunciado esas palabras tratando de hallar en su amiga eco y consuelo a su dolor. Pero lo cierto, es que en la señora Julia no despertaron otra cosa que estupor, que más tarde dio lugar a una molesta desazón. Se sentía absolutamente incapaz de empatizar con la tristeza de su amiga, y su falta de sensibilidad le parecía extraña. 
Esa era la causa que había hecho que permaneciese distraída y perpleja durante la mañana.

Transcurrieron unas horas más de reflexión que hicieron que, por falta de hábito, a esas alturas de la tarde la cabeza de la señora Julia echara ya humo por las orejas tratando en balde de imaginar qué podría echar en falta ,si por casualidad su marido dejara este mundo antes que ella.

No se le ocurría nada.

Nunca en todos sus años de matrimonio se había preguntado nada, ni sobre sí misma o él, ni sobre su vida o el matrimonio...y ahora... tan sólo a partir de la simple frase de una vecina había llegado a la inquietante conclusión de que Abelardo, su marido desde hacía cincuenta y dos años, le importaba tanto como los peces de colores que lucían sobre el aparador.

Sintió vergüenza. Las horas de introspección, lejos de haberla ayudado a encontrar alguna circunstancia digna de ser añorada, la habían hecho consciente de todo lo que aborrecía y que reprimidamente había odiado siempre de él. La caja de Pandora había sido abierta y una ira visceral entró en abullición provocando que esa furia despertada la hiciera sentir más viva de lo que nunca antes se había sentido en su vida.
Mientras hacía la cena, entre el calor de los fogones su cólera aumentaba por momentos, su excitación le aceleraba la respiración- lo que avivaba el palpitar de las aletas de su nariz, dándole una cierta comicidad-. Su recién descubierta imaginación se hallaba febril y exaltada. Próxima ya a la locura. Desvariaba desmandada de pensamiento en pensamiento hasta que su mirada perdida fue a dar con la bombona del gas.

A las nueve de la noche, mientras observaba cómo dos gotas de sopa resbalaban por los bigotes de su marido, en su mente demencial sentenció el asesinato.

Y por primera vez, en más de cinco décadas, el señor Abelardo observó aturdido dos hileras de dientes en la sonrisa de su mujer.


Mayte Gallego
4 de Agosto de 2013

(Foto: Doisneau)

Literatura en Obleas I


      Las sombrillas son los paraguas que nos protegen de las lágrimas del mar.




Mayte Gallego
29 de Julio de 2013
 
(Foto: Umbrella de Elliot Erwitt)

La hora

Finalmente había conseguido lo que ansiaba desde su triste adolescencia; difuminar los contornos de la tediosa realidad y vivir en una fantasía irreprochable. Libre.
Alcanzar un submundo onírico y circular en el que vagar entre los vapores del sueño.
Mecido por las aguas del subconsciente observa circunspecto a Caronte que, desde el otro lado de la orilla y reflejado en el espejo, lo saluda en un tiempo detenido e incierto.
No es infeliz aquí. Viviendo en la realidad era un marginado de la imaginación, pero en este espacio es un insomne en una fantasía anestesiada.
Unas escaleras conducen a los sótanos de la realidad, pero aparecen y desaparecen una y otra vez y una y otra vez...
Inútilmente trata ahora de encontrar su imagen buscando su reflejo en el espejo mientras los fantasmales buitres, a lo lejos, se relamen ya ante este suculento espectro...
Finalmente había conseguido lo que ansiaba desde su triste adolescencia; difuminar los contornos de la tediosa realidad y vivir en una fantasía irreprochable. Libre.
Alcanzar un submundo onírico y circular en el que vagar entre los vapores del sueño. Mecido por las aguas del subconsciente observa circunspecto a Caronte que, reflejado en las aguas de la orilla, escucha cariacontecido dos voces al otro lado del espejo:

-¿Hora de la muerte?
-Las 3:05h ...



Mayte Gallego
5 de Julio de 2013
(Foto google)

                                                                                                                    

Relatividad

En las noches de verano de una cálida ciudad del sur, un pintor se afanaba sigilosamente en trasladar al lienzo la perfección de su amante desnuda. Acompañado cada noche su trazo por el canto del grillo y el aroma a jazmín, por fín una calurosa noche de julio pudo dar por terminada su obra y, satisfecho al contemplarla, la escondió esperando el momento adecuado para mostrárselo a ella.

Claro está que ese momento nunca llegó.
Una tarde, al llegar a casa, encontró el cuadro en el salón y junto a él una nota con un escueto adiós escrito en ella...

En los meses que siguieron a aquel aciago día, en vano se preguntó qué podía haber en el cuadro que hubiera motivado su abandono pues, cuanto más examinaba el retrato menos hallaba una respuesta. La veía plasmada a ella tal y como sus sentidos la percibían; sin adornos ni carencias.
Así, ciego ante esa realidad tan cruel y descarnadamente expuesta, pasó el pintor los meses; irremisiblemente enamorado y confuso.

A ella no se la volvió a ver; huyó furiosa de allí. Celosa de la modelo, en quien nunca se reconoció.
                                          

Mayte Gallego

3 de Julio de 2013

Cuadro: Cyprien Boulet (1877-1927) " Liegender weiblicher  Akt".

Onéiros

*Después de varios y apasionantes viajes a la Antártida, por fín aquella noche me decidí a contratar una ruta veraniega por el círculo polar Ártico. El inquietante periplo, que consistía en 5000 kilómetros de senderismo por acantilados de hielo, comenzaba con un vuelo en autobús que salía de una playa desierta. Yo era capaz de hablar sueco y me sentía incomprensiblemente feliz...*

Así me encontraba, plácidamente mecida por estas ensoñaciones, cuando de pronto  me hallé inmersa en un agujero de gusano psicológico, a través de cuyo bucle y pensando en círculos caí en un recuerdo. Me mareé por el sofocante calor que exhalaban los miles de kilómetros de polvo dorado de aquel lejano y cálido destino al que había emigrado años atrás en un desesperado intento de deshelar mi corazón. Una obra maestra tallada en hielo por cien fríos hombres sin rostro.
Reviví mi viaje en globo por el Sáhara, durante el cual había vagado sin rumbo durante cuarenta fascinantes días y noches con la única compañía de un espejo.
El reto consistía en no perder el contacto con la mirada de ese homónimo ser que quedaba al otro lado del marco sin sentir miedo, rencor o locura.
La cuadragésima noche de mi peregrinaje al no encontrar reproche en la mirada, ni reflejo alguno al otro lado del cristal, supe que mi búsqueda había concluído.
El globo había desaparecido, y en su lugar era mi corazón henchido el que, descendiendo en espirales , me llevaba directa hacia una selva tropical. Lo cual me pareció extraño. Tan extraño que, de no tener la certeza de que me encontraba profundamente dormida, habría sospechado que todo era un sueño.
Un sueño del que no pensaba despertar, decidida como estaba a encontrar en el estío a un esquimal con el que, irracional e impúdicamente feliz, pudiera fundir el hielo a cada paso.
Mayte Gallego
10 de Junio de 2013

(*) Ejercicio I con la colaboración de
Marina Lozano Lax.
(Foto: google, eolomarketing.com)

6 o página en blanco


Al nacer, se suicidó el pesimista.


Mayte Gallego
9 de Febrero de 2013

(Foto:Página en blanco.Google )

El enemiEgo

Mi enemigo mortal era un joven con el don de la palabra. Blandía él su lengua en duelo con la destreza con que el espadachín hace uso del florete; con genio fiero y vivaz.
Queriendo superar su ingenio, sopas de letras comencé a tomar, y también, a leer el diccionario. Pero...¡se me quemó la lengua!, y de ideas se intoxicó mi mente. Refranes y acertijos envenenaron mis sentidos y demasiado tarde advertí que mi enemigo mayor, en realidad, era yo mismo.

Tras la revelación finalmente morí, debido a la gravedad de mis pensamientos.


Mayte Gallego
7 de Enero de 2013

(fotograma Cyrano de Bergerac 1990)

La cucaracha vivaracha

Descubro perpleja que me he convertido en una mujer flemática. 
¿Cómo? os preguntareis. No lo sé. ¿Cuándo pasó?. Tampoco tengo idea. 
Sólo sé que la otra noche esperaba apacible y pacientemente el metro cuando algo desde arriba me cayó encima. Con estupor descubrí que ese algo era una cucaracha que, obscena y vivaracha, me visitaba el canalillo.De inmediato sacudí el jersey enérgica pero pudorosamente, con sigilo, para no llamar la atención mientras imaginaba cómo la sorna se reflejaría en la cara de cualquier guardia al que denunciáse la inoportuna presencia de libidinosos insectos en la estación.
Segundos después conseguí librarme de la acosadora que, felizmente y sin escándalo cayó al suelo. La vi alejarse correteando por el arcén, satisfecha de haber perpetrado su fechoría y sin duda yendo en busca de nuevos escotes a los que (a)saltar.
Una hora después me recorrió un escalofrío por la espalda.

Mayte Gallego
5 de Enero de 2012


(foto: "La vitrine de Romi" de R.Doisneau)

La muerte del Al(J)erez

Lo derramaron sobre el mantel en un descuido. ¡Ese niño tonto!. Sólo algunas gotas restaban ya de él; a escasos segundos estaba de evaporarse su volátil alcohol mientras desaparecía para siempre en aquel suave lino. Años enteros había dedicado a imaginar su muerte mientras reservaba su solera en un arcón. Horas perdidas deleitándose pensando en el placer que produciría en otros cuando él hallase su fín: ¿Llegaría la postrera hora junto al dulce cosquilleo de un bigote?; quizá, tal vez con suerte, la hallaría en el dulce aliento de un fumador de pipa, o incluso, mejor aún; perecería fundiéndose por siempre en el suave carmín de una mujer. Sueños baldíos ahora que aquel bebé, de un manotazo y frustrando así sus esperanzas, había volcado la copa que lo contenía.
Así se lamentaban los restos de aquel pobre vino de Jerez, cuando ya ni siquiera a un sorbo de vida estaba.
Mayte Gallego 
1 de Diciembre de 2012 
(foto google) 

Cancion de otoño



Caminos alfombrados con crujientes y suaves hojas rojas, marrones y amarillas  que exhalan olor a musgo y barro. 
Cielos grises, plomizos; brumosos de aún no amanecido que penden pesados sobre casas de puertas clausuradas donde la tristeza aguarda y la soledad se enconde bajo la cama. Café humeante en el hornillo y su aroma expandiéndose en el espacio de un tiempo naranja y de horas brujas; olor que a nadie deja indiferente por su misterio y su fuerza, a veces amarga y otras dulce. Su oscuridad y su fortaleza a veces se desploman como un castillito de naipes sin que ningún niño vuelva a intentar recomponerlo; nadie quiere jugar; los días de peonza y parchís acabaron. 
Fantasías que no se ven, realidades que la lluvia ayuda a crecer enterrando las vivencias como raíces en el suelo.

Una ventana azul, gotas de lluvia que cantan como repiqueteo de dedos en el cristal y que danzarinas bailan al son de este Carnaval. 

¿O era Halloween?


Mayte Gallego 
01 de Noviembre de 2009

(Foto: Mayte Gallego: Rotterdam)


Veranos en un vagón



Vagones de tren vacios de gente; abandonados en estaciones fantasmagóricas donde se convierten en escondite de niños y en almacén de botellas y besos adolescentes. Andenes cubiertos por hierbas alli donde los entonces niños jugaban. Estancias de una vieja aduana llena de historias;cuentos para acompañar con lluvia y a las tormentas de montaña que el viento soplaba al oido haciendose cómplice . Noches de lluvia fría en busca del miedo .Cabezas apoyadas en las rodillas. Una moneda y un tablero. Una vela , un cigarrillo y galletas de chocolate. Provocación y descaro; primeras confidencias y exaltación de la amistad. Una casa abandonada, historias adultas. Celos y flirteos. Viejos recelos adolescentes absurdos, infantiles. Cotilleos y entromisión en las vidas ajenas. Partidas de billar. Primeros pasos en la edad adulta en las animadas charlas con café ante la protección de una chimenea de leña. Velas encarnadas consumidas en noches de disparate con mantas por escudos. Un reloj de piedra cuyo centro dejó de latir en un lugar que aún en ruinas vive. Andanzas a las orillas del río. Altos y cerrados valles intemporales llenos de recovecos secretos. Jardínes en la noche y tres gatos varones.


Mayte Gallego
20 de Julio de 2008

(Fotos: Canfranc estación, google)

Puertas cerradas


Un puerta cerrada normalmente tiene una razón para estar en ese estado y casi siempre lo mejor es que así permanezca. 
Esas puertas con que a veces nos encontramos. De todas clases, cerradas con celo, valiéndonos de mil cerrojos diferentes.
Barrera infranqueable que separa un mundo de otro y que tantos secretos guarda.
Metafóricamente una puerta es la guardiana de una historia que, cuidadosa y recelosa como un eunúco con su harén, guarda cada coma de ella, punto y a parte, seguido o final.
Si el punto de la historia es final es probable que encontremos las cerraduras oxidadas por el abandono.
Es la puerta la que sella la ruptura con algo; del final de una etapa, de un amor, de una amistad. De un algo, o de unas miserias que, como trapos viejos, se quisieron condenar al olvido pero que, sin embargo, fueron guardadas en un rincón oscuro en algún sitio escondido tras ella y cuyas llaves se arrojaron ,o no, lejos para que lo que debía ser olvidado, olvidado quedase.
Un puerta cerrada muchas veces sólo invita al curioso entrometido a ser abierta por la curiosidad que suscita lo que oculta y del tiempo que oculto lleva.
Muchas veces ni los que cerraron la puerta ni ella misma llevan la cuenta del tiempo que ha permanecido clausurada.
Quizá se cerraron tantas que se perdió la cuenta del motivo que se correspondía con cada cual, y por lo tanto del tiempo y la antigüedad de las telarañas.
¿Habia realmente motivos para ser tan vehementes y no dejar al menos la posibilidad de encontrar la puerta entornada ?.
De sobra están las opiniones ajenas. En realidad nada de ésto importa.
Únicamente el tiempo dará la razón o no a los guardianes de las llaves.



Mayte Gallego
17 de Febrero de 2008

Tardes de lluvia




Es en las tediosas tardes de lluvia-que no en otras frías o más templadas-de las que inevitablemente surge un vuelco, un desasosiego, una melancolía. Un sentirse descosido de esta vida insulsa y lineal llena de parches donde florecen nostálgias silenciadas de cosas absurdas. Nostálgia de sobres sellados con lacre que no se han conocido, nostálgia de un particular y evocador olor a cuero y a húmedo que no a humedad.

De ahí surgen los escritos. De sentimientos vulgares que se creen sublimes adornados con tinta. Florituras de la pluma de un poeta que con destreza cree empuñar, la que con sus lágrimas de tinta plasma sus dolores de poeta en el papel.


Un papel que sabe, y así lo quiere, se acabará llevando el viento.



Mayte Gallego
17 de Enero de 2008

(Foto google)

La flor de hielo


Es una flor.
Una flor que huye. 
Que perdió los colores y el aroma a los cuales teme. 
Que teme tanto a la noche como al alba. 
Que llora rocío.
No es una flor común.
Es una flor de nieve, fría como la plata. 
Se halla profunda, en la garganta de una montaña . 
Es ruda y pasional como un torrente que derrocha caudal.
¿Cómo un torrente puede a la vez estar en movimiento y ser helado?.
Es una flor de hielo que ha olvidado cómo ser agua.
De haber podido verse su color original hubiera sido roja. 
Una flor roja en la nieve como una mancha de sangre en un lecho de helada leche blanca.
Una exuberante flor roja que orgullosa como una roja rosa , anhela la pureza y sencillez del azahar ,al que tanto admira como desprecia.
¿Qué teme la fría y nívea flor que es todo y es nada?.
La dirección del viento que pueda moverla. 
El calor. 
El color y los aromas que viajan en el tiempo. . .

Mayte Gallego
13 de Enero de 2008




(Foto: Juanjo Martinez, Flor de Hielo, 2012)

Frío y Luz



Frío, luz artificial y recovecos oscuros irremediables. Nostálgia de algo que es nada aunque pudiera significar más que un todo.Vacios ocupados por notas plenas de profundidad y que sin embargo no llenan ni significan nada. Nada significa nada y el todo a veces nada es también.Un todo que no llena una vida de páginas en blanco como la luz de una vela no puede iluminar la oscuridad de toda una noche. ¿Cómo podría?.
Nadie ocupa en realidad un lugar. Somos nómadas de los sentimientos , de los lugares, de nosotros mísmos...
Como el ave roja que en plena huida murió en medio del invierno, sóla y triste. Su única alegria y consuelo había sido su color, aunque él no la librase al final de su lecho de nieve heladora.
El Rojo se antepone al Negro pero la realidad es Blanca, aunque el ciego no la vea o el verdadero ciego no quiera verla.

Mayte  Gallego 
27 de Noviembre de 2007

(foto:Madrid:Plaza del Ángel , flickr)

Mimí

A
Mimí,
española por predestinación

Una dedicatoria, un libro viejo. Misteriosas las dedicatorias de los viejos libros. La leo mientras recorro el paseo que huele a café y las secas hojas amarillas crujen bajo mis pasos.
No puedo olvidar esa caligrafía masculina, cuidada, picuda e inteligente de quien escribió en mi libro ni siquiera mientras busco la firma escurridiza y sinuosa del autor en un cuadro.

De noche un sueño: un recuerdo susurrado, un amigo no olvidado. Algo rojo. ¿El qué?, ¿qué era?. . .
Una mujer con carácter. Música, un cello que toca Brahms. Un libro que se deshace y páginas que vuelan. Algo que se retuerce y cae sobre sí mismo. Frío, mucho frío y un momento iluminado por la luz de una vieja farola que ya no tiene gas.

. . . un libro, una dedicatoria y una Mimí desconocida.


Mayte Gallego
06 de Noviembre de 2007.

(foto :Madrid de flickr)